Los días pasan y sigo sin poder redactar nada en el blog. A mi mente viene una y otra vez la imagen de Nina, a quien debo ese impulso de energía para con este proyecto, por eso hoy te dedico el primer post.
Nina era dulce, amorosa, cariñosa, dócil y fiel, pero sobre todo fue mi compañera de vida durante los últimos 13 años. Con ella compartí momentos memorables de risas, de llantos, de mimos caninos, de descubrimientos, de paz, de paseos largos, de pisadas de hojas crujientes o de correr palomas para que prendieran vuelos. Éramos inseparables. Todavía sus tiernos ladridos resuenan en mi cabeza, su mirada sigue clavada en la mía y sus huellas tatuadas en mi piel.
Llevábamos ya días, intentando esquivar la realidad, miradas sostenidas, cada una en su lugar: Yo erguida en mi mesa redactando en el ordenador y Ella, en el sofá observándome con sus ojos ya cansados; buscábamos nombres para este proyecto pero ninguno nos convencía del todo hasta que llegó aquel día, Nina tenía que irse y mi deber era acompañarla hasta el último aliento, su último vuelo.